La gran disponibilidad de información que existe hoy en día sobre los trastornos de la conducta alimentaria ha ayudado a que la población conozca sobre estos malestares, pero también a que se generen una serie de ideas poco certeras sobre qué son y cómo se comportan, por lo que es importante que verifiquemos cuáles son las más comunes.
Los TCA son solo asunto de mujeres jóvenes.
Aunque en menor medida, los hombres también pueden sufrir algún tipo de TCA. En los últimos tiempos ha sido cada vez más frecuente que recibamos hombres de diversas edades con problemáticas de alimentación.
Mujeres y hombres en edad adulta, pueden presentar estas problemáticas.
Son provocados por los medios de comunicación.
Esta es una idea muy común con las que llegan los familiares de los pacientes. Sin embargo, los TCA son padecimientos sumamente complejos y los medios de comunicación y sus estereotipos, solo un componente de muchos otros, para comprender estos fenómenos.
Pero no olvidemos, que es importante exigir el uso de imágenes femeninas diversas, tal cual lo son en la vida cotidiana, como parte de las estrategias de prevención.
Las personas con algún TCA son extremadamente flacas.
Esto puedo generar mucha confusión en las personas que los padecen y de aquellos que los rodean, ya que durante los primeros tiempos del trastorno puede que no exista una modificación importante del peso. No existe ninguna imagen que represente de manera fiel a todas las personas que han sufrido o sufren un TCA. Es verdad que en algunas ocasiones la delgadez puede ser extrema, pero no en todos de los casos.
El internamiento es el único tratamiento posible de un TCA.
Cuando se identifica de manera temprana y la salud física no está comprometida de manera importante , es posible brindar un tratamiento ambulatorio con excelente pronóstico. Este tipo de tratamiento tiene grandes ventajas, pues no altera la dinámica general de la persona afectada y sus seres queridos, entre otros beneficios.
Estas son solo algunas de las falsas creencias que escuchamos con frecuencia, y una de sus grandes consecuencias, es la de favorecer estereotipos que impiden el acceso a tratamiento.