Uno de los temas en el campo de los trastornos alimenticios y que escuchamos ampliamente en los espacios de divulgación, es el dato sobre la aparición de estos síntomas mayormente durante la adolescencia. Y esto es cierto, la experiencia clínica trabajando con estas problemáticas lo evidencian. Digamos, no es una novedad, sin embargo, lo que puede marcar una diferencia es sobre cuáles son las preguntas que se hacen para saber por qué sucede esto, suponer solo que se trata de una moda, para llamar la atención, o por culpa de las redes, etc., es dejar a un lado lo singular de cada joven en este momento de su vida, que tampoco implica desconocer lo que caracteriza a esta época y cultura.
El psicoanalista, Juan Mitre menciona lo siguiente sobre este momento de vida:
“La adolescencia es un lugar, un nombre, un tiempo, que la sociedad ha encontrado/inventado para nombrar lo que pasa en “esa edad”. Edad, a la que cada quien según su historia tendrá que ponerle años, si es que los tiene”.
¿Qué es lo que distingue a este momento de vida, a la adolescencia?
Freud planteó desde “Tres Ensayos sobre una teoría sexual” de 1905, su teorización sobre el desarrollo psicosexual del ser humano. Ahí nos brinda una joya luminosa para la pregunta que nos estamos haciendo. La clave para entender la adolescencia se encuentra en las vicisitudes pulsionales durante la pubertad, que podemos concretar en las dificultades por las transformaciones del cuerpo y a la reestructuración libidinal-pulsional que se entrelaza con los cambios físicos y biológicos que experimentan los jóvenes.
Conocemos de los caracteres sexuales secundarios que aparecen, el cambio de las formas en el cuerpo, su crecimiento, la voz, la carga libidinal sobre los órganos genitales y sobre la demanda para el sujeto adolescente por la cuestión de la elección y de la decisión. Y al mismo tiempo, en este despertar también nos topamos con las resistencias, a veces, rechazo radical del sujeto frente a estas transformaciones.
“A la adolescencia la podemos pensar como el pasaje del país de la infancia (donde algo está instituido, en el mejor de los casos por los padres o aquellos que ocupan su lugar) al territorio de la adolescencia. Territorio siempre de fronteras difusas. Zona de exploración, de búsqueda, donde las brújulas fallan”. (Mitre)
Descubre entonces el adolescente que tiene un cuerpo con el cual no sabe qué hacer y que no se somete a su yo, a su voluntad. Y esto no tiene que ver exclusivamente con los cambios físicos más notorios, sino también por las fantasías y sueños vinculados a la sexualidad, en donde son protagonistas. Estamos frente a la inauguración de la transformación del inconsciente por el sueño que comienza a poblarse de escenas en las que entran en juego la relación del joven con el sexo y la muerte, y el encuentro con la pareja sexual.
En la experiencia de la clínica psicoanalítica con adolescentes, lo que encontramos es que esta subjetivación, este pasaje no se da sin conflictos, y en la mayoría de los casos, no lo lleva a la asunción de una postura sino más bien a un rechazo de las transformaciones del cuerpo sexuado, a los avatares de la pulsión y finalmente, poder dar acceso a una relación con otro, tanto en la fantasía como en el encuentro con el otro.
a) una es la vía del síntoma, en el sentido psicoanalítico, esto es, una formación de compromiso entre un empuje pulsional y una coerción del yo, que da lugar a una formación sustitutiva donde el deseo reprimido se satisface de una forma desviada que resulta displacentera para el yo. Esto es del lado neurótico, en donde a pesar de la insatisfacción, acepta entrar en el juego de la vida amorosa e inscribirse en el campo del Otro.
b) y otra es la vía del rechazo radical, que conlleva el anclaje del joven en una posición sin divisiones y en una modalidad de encierro en sí mismo, sin vérselas con el Otro y sin alternativa para transitar en el ámbito de la sexualidad. En estas condiciones podemos encontrar lo que sucede en las toxicomanías, y en algunas anorexias y bulimias también.
Entonces, lo que sucede en la anorexia y la bulimia como respuesta-solución a la adolescencia, es una vía posible. Graciela Sobral, en su libro, “Madres, anorexia y feminidad” lo sintetiza de esta forma:
“Hoy en día la mayoría de los casos se producen en la adolescencia, se desencadenan frente a los cambios físicos y psíquicos que supone la pubertad y el encuentro con la sexualidad. El deseo se pone especialmente a prueba a la hora de poner en juego la identidad sexual y la relación con la pareja sexual. La enfermedad, sobre todo cuando se agrava, es una forma de retirarse de la vida social, es una coartada mortífera para no entrar totalmente en las relaciones y aislarse para vivir una vida espiritual o intelectual, más allá de las vicisitudes del cuerpo”.
Bibliografía