En un año como el 2020, marcado por la presencia de un agente externo que nos conmina mas que nunca, a respetar las instrucciones y recomendaciones de los expertos para mantenernos todos seguros, las reuniones con personas a las que queremos, son de las actividades que más se han visto alteradas.
Por ello, celebrar en este año se ha convertido en una actividad compleja, y que ha exigido de todos nosotros inventar nuevas formas para hacerlo. Enviar a domicilio detalles y regalos, conectarse por videollamada, compartir los mismos alimentos desde lejos, trajes especiales para dar abrazos. Y para aquellos que así lo han decidido, reunirse en espacios abiertos, con cubrebocas y sana distancia, o por el contrario haciendo lo que siempre han hecho, ir a un restaurante, bar o organizar una fiesta sin precauciones.
Es fácil caer en un lugar común donde se puede nombrar una u otra decisión como la correcta, como todo en la vida, aunque creamos que es posible comprender a fondo el porqué de las decisiones de los demás e incluso las nuestras, no es así. En general lo hacemos desde nuestro único lugar, desde nuestra subjetividad, que nos hace o no pensar que algo está bien. Todo esto, corre bajo lo que argumentan nuestras decisiones: el miedo, la desconfianza, el hartazgo, la alegría, la esperanza, los cuidados, en fin, cuántas razones tenemos para celebrar o no, en estas épocas.
Diciembre es sin duda un mes para festejar, para acercarse a las personas queridas, alimentar los lazos y vínculos con los de cerca y de lejos. Para brindar por los logros o reflexionar los fracasos.
Cualquiera que sea la decisión que tomemos al respecto de reunirnos o no, con aquellos a quienes más queremos, tendrá sus efectos subjetivos en cada persona. Algunos podrán estar tranquilos de no reunirnos, para interrumpir la cadena de contagio, pero tristes y extrañados de no poder estar cerca y abrazar. Otros se reunirán con las medidas de precaución que se sugieren, y sentir quizás aún la preocupación de un posible contagio. Incluso es posible quien festeja sin medidas y se sienta satisfecho, con la ilusión de que nada habrá pasado.
Las posibilidades son inmensas, pero lo que es seguro, es que en un diciembre como el del 2020, las celebraciones serán con lo que cada uno tiene y puede hacer. En un mundo, empapado por un discurso que cotidianamente nos invita a poderlo todo, a quererlo todo, y a no detenerse ante nada, la rotunda indicación de quedarse en casa es sin duda una que divide a las personas desde muchos lugares subjetivos, y es frente a esta división que se tomarán las decisiones.