Frente a la crisis sanitaria que vivimos con sus efectos políticos, sociales y económicos que arrastra, es evidente que la angustia frente a un enemigo que no podemos ver ha llegado para filtrarse en la vida de cada uno de nosotros. Las consecuencias sanitarias han llevado a implementar medidas globalizadas para hacerle frente, en la marcha. La capacidad de transmisión del llamado coronavirus, junto a la precariedad de los sistemas de salud de cada país para atender y brindar los tratamientos adecuados están siendo los obstáculos a vencer, aparentemente. Para otros sostener lo precario del sistema económico parece lo fundamental, incluso más que las vidas de las personas.
Este rayo que ha desbaratado las certezas que nos sostenían nos hace evidenciar que la vida está condicionada por contingencias, por sucesos inesperados, que la naturaleza aplica su propia ley y que esto nos ha dejado sin la posibilidad de observar, de comprender y menos de concluir. Estamos frente a lo inédito. Estamos frente a algo que dependerá de los recursos subjetivos que cada uno tiene para responder, sin antecedentes representativos, ni elementos simbólicos para hacerlo.
¿Cómo responder frente a las respuestas que cada quien se había dado para articular su vida y que hoy se han visto trastocadas por las repercusiones del coronavirus?
Tomemos algunos elementos que organizan hoy la vida de este estado de cuarentena.
No sabemos cuánto durará esta pandemia. Cada país ha organizado fechas límite para implementar cierto orden en las medidas preventivas y de curvas de contagio. Pero todos sabemos que no hay seguridades frente a ello. Tampoco sabemos cuánto se tardará la población en infectarse y de qué manera será para cada quien.
Mientras más larga es la cuarentena, mayores son los efectos negativos, de ansiedad, aburrimiento, tristeza, desesperación, conductas de enojo, evitación, etc.
La preocupación al experimentar algún síntoma físico relacionado potencialmente con el coronavirus, acecha a más de uno. Los temores sobre la propia salud o temores de infectar a los miembros de la familia, en particular a aquellos más vulnerables, los ancianos, los niños pequeños, las mujeres embarazadas, han hecho de la distancia física una medicina con efectos secundarios. Aquello que nos acerca a los otros, abrazar, tocar, besar hoy es una imprudencia y un peligro. Habrá que soportar la separación de los cuerpos por el bien personal y común.
Quédate en casa es la salida que nos han dado para detener o aminorar el contagio masivo. Y es la medida que se debe cumplir (en la cuarentena, en el aislamiento) sin embargo esto ha traído la ruptura del entorno habitual para muchos, no asistir a clases, el salir a trabajar, las reuniones sociales y los encuentros cotidianos de la vida que cada quien se ha inventado, tienen hoy otra dimensión espacial. Lo que ha traído implicaciones como el malestar, angustia y resistencias de verse encerrado, ¿qué voy a hacer con mi familia aquí todo el tiempo? Ha sido una pregunta recurrente en las sesiones online.
Este tiempo funciona también como desenmascaramiento de las ficciones de los ideales de la familia, de la maternidad, del matrimonio, de ser hijo, etc., y ha puesto de frente lo difícil de soportar del otro. Esto no será sin un decir de cada quien, pero que está llevando a los sujetos a poder inventar alguna manera de convivir, en el mejor de los casos, con aquello que se escabulle en el día a día de la vida que teníamos antes.
Pero en estas condiciones también estamos viendo que los inventos para hacer algo con esta ruptura de lo antes vivido está haciendo que estemos vinculados de otras formas. La tecnología hoy llega como el salvavidas de este encierro social y pandémico, pero que también alude al encierro del sujeto consigo mismo, a esta soledad que nos habita, no importa con cuantas personas compartamos la habitación. Por ello, es importante que podamos tejer esos lazos, sostener los que teníamos y construir otros. Practiquemos la cercanía emocional en tiempos de distancia física.
Sin duda, lo que estamos viviendo traerá reflexiones y nuevos paradigmas sociales. El confinamiento es de uno a uno, pero la salida de esto tendrá que ser entre todos, con la solidaridad comunitaria, si queremos apostar hacia la vida en los tiempos del coronavirus.