La adolescencia es un momento de la vida en que es necesario adaptarse emocionalmente a los cambios puberales. Esto puede provocar una crisis interna, por el encuentro con la sexualidad, ya que en esta época también se transforman los elementos simbólicos que ayudan a tramitar los cambios físicos.
Las dificultades de esta etapa de la vida, pueden manifestarse como problemas para socializar, empujando al adolescente al aislamiento. La pandemia ha favorecido el aislamiento en este grupo de personas, privándolos de las coordenadas que solían regir su vida diaria: una rutina establecida, la convivencia presencial con sus pares, que favorecía la posibilidad de compartir sus experiencia y emociones fuera del ámbito familar.
El lazo social con los pares permite al joven lograr la separación e individuación de sus padres, momento crucial para su desarrollo subjetivo. Hoy en día, se encuentran encerrados con sus familias, obligados a enfrentarse con un encierro no elegido que los empuja a mirarse hacia adentro, muchas veces encontrándose con vacíos y temores que, en la distracción de la vida cotidiana, no podían vislumbrar.
Ya sea que por motivos personales o a consecuencia del confinamiento el joven que no puede acceder al importante lazo social, necesario para el encuentro con la sexualidad, que comprende el reconocimiento del otro, ya sea vía la amistad o el noviazgo.
Por lo anterior es muy importante para los adolescentes, reunirse en grupos de pares con los que logren identificarse y acompañarse en el tránsito hacia el encuentro con la vida adulta. Que los lleve, en el mejor de los casos, a elegir una actividad profesional y a compartir con alguien el amor, fuera de casa.
Parafraseando a Freud quien definió la salud como: la capacidad de amar y trabajar.