Hoy en día la obesidad es uno de los problemas de las políticas de salud pública que más preocupan, principalmente por el costo que representa para los servicios médicos. México está situado en los primeros lugares internacionales de obesidad infantil, y de diabetes tipo 2, una enfermedad asociada a la presencia de obesidad o sobrepeso.
No nos detendremos en retomar la definición precisa de obesidad, ya que dichas definiciones pertenecientes al discurso científico no siempre problematizan los elementos subjetivos presentes en cada sujeto con obesidad o sobrepeso, puntos clave para el trabajo interdisciplinario que se realiza en TRIA con pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. Para efectos de este texto, diremos entonces que es la presencia de un exceso de peso corporal que provoca un malestar para el sujeto y/o su entorno.
La búsqueda de tratamiento de personas con obesidad o sobrepeso está centrada casi de manera absoluta por la pérdida de peso o modificación corporal. En muchas ocasiones con el objetivo de alcanzar una figura estéticamente normalizada y más recientemente con la noción de tener un cuerpo saludable, ambas razones son formas en las que el discurso externo, ya sea de la ciencia o de un entorno inmediato, exige algo sobre su cuerpo.
Pero cuando miramos de cerca la problemática que afecta a cada una de las personas que se acercan a nosotros por estos motivos, aparece la dificultad de definir cuál es el motivo de consulta personal.
En TRIA la propuesta del trabajo emocional con pacientes que buscan bajar de peso, es una apuesta a la subjetividad, es decir a encontrar cuál es el lugar que ocupa para cada sujeto que nos consulta, eso que causa malestar: las conductas alimentarias excesivas, el exceso de peso o un cuerpo grande entre otros.
La modificación del peso y las conductas alimentarias están en el orden del aprendizaje, del entrenamiento, es sobre lo que comúnmente se busca intervenir de inmediato, lo que se manifiesta de manera más aparente. Sin embargo, es claro para los especialistas que estos cambios no se mantienen a largo plazo, siempre hay algo que insiste en relación a ello. Esto nos permite pensar, qué falta en estas aproximaciones, que no se completa del todo.
En nuestra experiencia, el trabajo emocional permite decantar cuál es la verdadera demanda respecto a la pérdida de peso o modificación del cuerpo, haciendo posible el trabajo interdisciplinario entre los que trabajamos en la clínica. Desde la posición del analista será alojar lo que el paciente busca en relación a su cuerpo y cómo es posible hacer algo con eso, es decir que esto no necesariamente equivale a la pérdida de peso, si no más bien ubicar cuál es la postura del sujeto frente a ello, y con los recursos que tiene, definir qué caminos existen para él. En este sentido, el trabajo nunca es el mismo para todos los pacientes. Y el enriquecimiento del trabajo clínico no tiene límite.
Al dejar en un lugar menos relevante el peso, la imagen e incluso la salud física, el sujeto puede acceder a una mejor vía para estar bien, una vía dignificada, de acuerdo a su propia orientación, implicándose en su malestar y lo que sucede en su vida. Esto tendrá más efectos en la cotidianidad del paciente, que la sola modificación del peso y la conducta alimentaria. Pues como hemos ido comprendiendo a lo largo de los últimos años, la forma y/o dimensiones del cuerpo no son sinónimo de enfermedad o salud. Pero una postura ética respecto a sí mismo permitirá construir un camino más respetuoso en relación a las decisiones sobre su cuerpo.