En esta época del calendario nos vemos inundados por toda una serie de deseos y pensamientos compartidos en el imaginario social sobre lo que nos deparará en el futuro cercano. ¡Feliz año nuevo! son las palabras más escuchadas y escritas. Los mensajes, imágenes, videos, en tonos de despedida y celebración, replican en los dispositivos móviles cuál campanadas que anuncian el arribo del nuevo tiempo en el mundo occidental. Las últimas hojas de nuestra agenda se van acabando,¡claro!, sólo para aquellos todavía románticos de la tinta y el papel, las virtuales siguen sus días sin fin.
Esto no ocurre sin razón, frente a lo venidero hay una sensación de cierre y apertura, el fin de un ciclo ha llegado y se abre otro. Y en esta ocasión, no sólo es el año, también es el paso hacia otra década. ¡Adiós,2019! ¡Bienvenido, 2020!
Ciertamente, los diversos ciclos, de acuerdo a las religiones, culturas, incluso desde lo que la naturaleza nos marca en lo impredecible de su condición, advierten que los periodos son como un lapso de ordenamiento que convenimos como forma de organizarnos en el mundo.
Y dentro del terreno de lo incierto por venir y de los ideales compartidos, se gestan fértilmente los famosos propósitos para el nuevo año. Las listas de intenciones de aquellos que se suben al tren de los deseos por cumplir, se escriben en estos días. Organizar la casa al estilo Marie Kondo, estudiar el curso que siempre se pospone, acabar los libros no leídos, tirar la última cajetilla de cigarrillos, un nuevo trabajo, mejores finanzas, bajar la suma de los kilos que incomodan al igual que la de las personas negativas del entorno, son algunas de las intenciones a lograren los primeros meses del año. Pero ante esto vale reflexionar, ¿es suficiente el cambio del calendario para que estos propósitos se cumplan?
Por supuesto que no es suficiente, y sin ánimo de ser aguafiestas, la mayoría de estos propósitos se quedan en el papel después de las primeras semanas transcurridas. No falta el dicho, “este sí, será mi año”,reciclando propósitos cada nuevo año que comienza. Es como ingresar por una puerta giratoria y si no hay un paso al frente que movilice hacia otro punto, se llegará al mismo lugar desde donde se partió. Aunque un ciclo por estrenar puede traer consigo ilusiones y expectativas, la puerta por la cual se entra puede girar de la misma manera que el año anterior, y así seguirá siendo por el resto del calendario si no hay una elección que involucre a cada quien con una pregunta y un acto de decisión como respuesta. Otra puerta, otra entrada.
Cuando hay un propósito genuino, se pueden tomar de estas condiciones del mundo exterior, como el fin de un año o el inicio de otro, como un buen estímulo y escenario para llevarlo a cabo. Pero dependerá de la respuesta particular que cada persona pueda tener para el cambio y dar cuenta del paso de la vida, una puerta de entrada que no sabemos hacia donde nos llevará pero que si estamos guiados por el deseo que nos concierne, quizás no nos hará felices por siempre, pero sí, tomar decisiones dignas y plausibles.
¡Qué los abrazos y buenos deseos de estas fechas sean bienvenidos para todos!, son una excelente excusa para celebrar que estamos vivos.