La obesidad se define como la acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. El criterio diagnóstico popularmente utilizado es el índice de masa corporal (IMC), que es una simple fórmula matemática: el peso en kilogramos dividido por el cuadrado de la estatura en metros (fue desarrollada por un matemático en el siglo XIX). Una persona con un IMC igual o superior a 30 es considerada con obesidad y con un IMC igual o superior a 25 es catalogada con Sobrepeso.
En los últimos años, mucho se ha discutido sobre las limitantes que existen en el diagnóstico de obesidad. Considerar el peso y la talla (estatura) es poco sensible para demostrar la existencia de una enfermedad, incluso ha llevado a patologizar a individuos sanos únicamente por su tamaño (estigma del peso). En la literatura científica, se ha asociado el exceso de grasa (tejidos adiposo visceral es del que más hay evidencia) como factor de riesgo para desarrollar algunas enfermedades crónicas como: diabetes, hipertensión, cáncer, etc. Por lo tanto, la verdadera necesidad es evaluar las disfunciones metabólicas que puede producir en ciertas personas el tejido adiposo, y el IMC tiene poca sensibilidad para lograrlo.
En publicaciones científicas recientes se ha demostrado que no todas las personas que tienen “exceso de peso” desarrollan enfermedades crónicas ya que más allá de la cantidad de peso o tejido adiposo, tiene que ver con las alteraciones metabólicas que esa grasa puede ocasionar en un individuo en particular. El tejido adiposo ha adquirido tal relevancia, que ya es considerado un órgano con múltiples funciones en el organismo, y es la disfunción de ese tejido que en algunos individuos produce enfermedad (condiciones proinflamatorias). Contrario a lo que se pensaba, hay personas que tienen un “peso normal” en quienes se desencadenan dichas alteraciones porque su tejido adiposo produce lipotoxicidad e inflamación que llevan a la enfermedad. Y por otro lado, personas con IMC de 30 o más (obesidad) que no desarrollan dicha alteración.
A propósito de lo anterior, ha surgido un nuevo concepto: sujetos con obesidad metabólicamente sanos. ¿Qué significa esto? Que de acuerdo con su IMC tienen “obesidad”, pero no desarrollan ninguna alteración en la glucosa, colesterol, presión arterial, insulina, etc. Se considera que tienen un factor de riesgo para desarrollar alguna enfermedad, pero su condición no es una patología en sí.
Lo anterior lleva a cuestionar el diagnóstico de obesidad, y analizar con detenimiento la evidencia científica a su alrededor. Condenar un cuerpo y su estado de salud únicamente por su peso es simplista, y sobre todo estigmatizante. Un mal diagnóstico produce una mala práctica clínica y por ende un tratamiento errático. Analizar el caso por caso, el malestar o la falta de este en cada sujeto es indispensable para dejar a un lado la categorización simplista que implica la utilización del IMC.
Bibliográfia
Flores-Lázaro, J, et. al. (2011). Metabolic consequences of the functional alterations of adipose tissue in obese patients. Revista Médica del Hospital General de Mécico. Vol. 74. Núm. 3. páginas 157-165.
Gómez-Pérez, Daniela, S. Ortiz, Manuel, & L. Saiz, José. (2017). Estigma de obesidad, su impacto en las víctimas y en los Equipos de Salud: una revisión de la literatura. Revista médica de Chile, 145(9), 1160-1164. https://dx.doi.org/10.4067/s0034-98872017000901160