En la mayoría de las veces, las pacientes que padecen anorexia o bulimia son llevadas a tratamiento por sus padres o solamente por la madre.
Esto se debe en parte, a la patología misma, que consiste en rechazar cualquier intento de tratar el síntoma alimentario, por considerarlo un triunfo sobre su cuerpo y al mismo tiempo una solución y una barrera de protección o muro contra cualquier intento de modificar lo que la paciente ha construido alrededor de su alimentación.
Por esta razón los que portan la angustia son los familiares y no las pacientes y son los que llaman pidiendo ayuda muchas de las veces desesperados por no saber que hacer.
Por supuesto que hay una gran variedad en las familias que se acercan a TRIA en busca de soluciones.
Una gran parte de ellas se refiere a familias formadas por pareja de padre y madre de cualquier clase social, con la paciente, portadora del problema, entre 14 a17 años y con uno o dos hermanos.
Generalmente es la madre la que solicita el tratamiento. Se le da cita con la psicoanalista para explorar la demanda y lo que vemos es:
La madre se dio cuenta que su hija de 15 años vomitaba, porque la oyó en el baño y además se dio cuenta que el lavabo mostraba restos de vomito. Confrontó a su hija y confesó estar haciendo esto desde hace 6 meses. Pide ayuda a TRIA y después de una entrevista con ambas. Se entrevista a la chica, quien dice sentirse muy mal porque sus padres pelean todo el tiempo. Ella manifiesta su deseo de tratarse.
En este caso, la hija accede al tratamiento, por lo que solo se recomiendan tres sesiones con los padres para explorar su relación de pareja y para hacer algunas indicaciones pertinentes acerca del trastorno que padece su hija.
La nutrióloga le informa a la madre que alimentos debe comprar y preparar para y le indica, que debe dejar que su hija se sirva los alimentos y que coma la cantidad que ella desee.
En este caso la inclusión de la pareja de padres es limitada, ya que la hija no se opone al tratamiento. Aunque la madre la acompaña a todas las sesiones y si tiene una pregunta se le atiende.
Otro caso es el de una chica de 16 años que es llevada por sus padres porque la madre se dio cuenta que su hija restringía el alimento y además vomitaba.
Cuando la hija accede al tratamiento, manifiesta que va a hablar de todo, pero que no va a modificar su alimentación y dice además qué si no la hubiera sorprendido su mamá, no hubiera acudido nunca a una terapia.
Lo que esta chica expresa con mayor enojo y angustia es que no se entiende con su padre. En este caso, se sugiere terapia familiar para explorar los lazos y las alianzas que se han gestado en la familia y la posibilidad de que estos conflictos pudieran estar influyendo en la problemática alimentaria.
Lo importante, es hacer notar, que en un tratamiento de adolescentes con trastornos alimentarios, que son llevados a consulta por sus angustiados padres, es de vital importancia, analizar detalladamente cada caso, para saber cómo y cuándo hay que incluir a los padres, ya que ellos son los que cargan con la angustia y los que pagan los gastos de los tratamientos. Pero lo más importante es saber que son parte de la problemática y que hay que ayudarlos a concientizar como y de qué manera pueden ayudar a que los tratamientos de sus hijas prosperen y muchas veces poderlos canalizar a tratamientos individuales que los hagan mejores padres y mejores personas.