Los “cuerpos saludables” en la mujer están fuertemente influenciados por elementos externos que poco tienen que ver con la salud. Estos cuerpos son más bombardeados por juicios y comportamientos socialmente aceptados lo que lleva a muchas mujeres a estar constantemente sometidas a la vigilancia y auto modelación de su cuerpo; se observa una imperiosa necesidad de auto disciplinarse y someter cada parte de su cuerpo y conducta a la regulación externa e ideales estereotipados de belleza y “salud”.
Cambiar el tamaño, la forma, el color, etc. son aspectos del cuerpo que las mujeres constantemente podemos desear cambiar. ¿Por qué? ¿Tiene sentido desde la salud? ¿Es factible hacerlo con “fuerza de voluntad”?
En realidad, existe conocimiento que puede dar respuesta a estas interrogantes. Sobre la que hoy me centraré es sobre el tamaño de los cuerpos, es decir, conocer qué hay detrás de la diversidad corporal desde la ciencia. Entender que las personas vivimos en diferentes tamaños y formas es indispensable para dejar de recetarle pérdida de peso a cualquier persona (más a mujeres) que no tiene un “peso saludable”. Esta es una práctica clínica no basada en evidencia.
El tamaño, el peso y la forma del cuerpo no están directamente asociados con la salud, así como tampoco con la fuerza de voluntad, la inteligencia o las habilidades de una persona para desempeñar alguna actividad.
¿Qué se conoce sobre la diversidad corporal?
Ambas, las hormonas sexuales de hombres y mujeres tienen una profunda y bien estudiada influencia sobre la distribución de grasa corporal, patrón genético de acumulación de grasa, función adipocitaria, desarrollo de síndrome metabólico y otros riesgos para la salud asociados con obesidad o cuerpo grandes.
Es importante entender y aceptar que las mujeres tienen una predisposición para tener depósitos de grasa subcutáneos que se acumulan en el área gluteofemoral, mientras que los hombres almacenan grasa visceral en la cavidad abdominal (se ha estudiado que la grasa subcutánea tiene menores efectos negativos que la visceral). El tamaño de los almacenes de grasa dependerá de muchos factores, entre ellos el genético, los picos de crecimiento, embarazos, etc. Es decir, no todo depende de la cantidad de calorías que se comió o no utilizó al no hacer ejercicio.
Por ejemplo, en niñas, los niveles de estrógenos circulantes aumentan cuando comienza la pubertad y coincide con un marcado incremento en los depósitos de grasa en el área gluteofemoral. Estos cambios son poco conocidos y puede dársele una connotación negativa: está engordando hay que hacer que pierda peso (adolescentes sometidas a su primera dieta).
Durante la pubertad, embarazo y menopausia en las mujeres existen ambientes hormonales que tienen fuertes efectos sobre la acumulación de grasa corporal. La grasa en la pubertad tiene el propósito de proveer suficiente energía para crecimiento y desarrollo, lo mismo que pasa en el embarazo para preparar el cuerpo para la lactancia. ¿Es malo almacenar esa grasa o es una necesidad corporal?
Los hombres tienen mayor riesgo de síndrome metabólico y enfermedad cardiovascular; después de la menopausia el riesgo en mujeres aumenta ya que la función estrogénica disminuye y se acumula grasa con mayor facilidad en el abdomen. Entender que este efecto metabólico sucede por mera biología, es necesario para que las mujeres busquen atención médica y prevengan enfermedades cardiovasculares, que con pérdida de peso no se logrará.
Estudios han demostrado que el IMC (relación de peso/talla) llega a su pico máximo entre los 60-69 años de edad en mujeres, y después comienza una perdida de peso que lo va reduciendo (disminución de tejido muscular).
Pensar que la salud de las mujeres está dada por el tamaño del cuerpo es situar a la salud en temas de estética y si basamos nuestra práctica clínica en evidencia científica, debemos saber que los tratamientos centrados en la perdida de peso tienen pocas probabilidades de tener efectos benéficos para la salud a corto y largo plazo. Centrar la promoción de la salud a través de modificación de hábitos y prácticas de autocuidado, más allá de lo efectos que tengan sobre el peso corporal, es hacia donde apuntan las estrategias nutricionales actuales.
Referencias bibliográficas:
Frank AP, de Souza Santos R, Palmer BF, Clegg DJ. Determinants of body fat distribution in humans may provide insight about obesity-related health risks. J Lipid Res. 2019 Oct;60(10):1710-1719. doi: 10.1194/jlr. R086975. Epub 2018 Aug 10. PMID: 30097511; PMCID: PMC6795075.Enguix B, Gónzález AM. Cuerpo, mujeres y narrativas: imaginando corporalidades y géneros. Revista del Pensamiento e Investigación Social. 20028; 18 (2). DOI: https://doi.org/10.5565/rev/athenea.1956