Las modas son tendencias repetitivas (estilo de vida, ropa, comportamientos, música) que se convierten en costumbres y que modifican la conducta de la persona que las adopta. Todos desarrollamos gustos o preferencias influenciados por el lugar, edad, y medio en el que nos desenvolvemos; es parte de la identificación y pertenencia a un grupo social. Existen modas inocuas y pasajeras, pero cuando hablamos de alimentación, en muchas personas no suele ser así.
Adoptar modas alimentarias puede ser peligroso cuando hay de fondo conductas alimentarias de riesgo ya que se compromete la salud física y mental. Y es que en muchas ocasiones es difícil percatarse del problema que se está gestando, ya que existe una sutil línea entre lo “normal” y lo patológico.
Existen diversos ejemplos que encajan en modas alimentarias: comer limpio, keto, vegano, reemplazos (batidos protéicos), etcétera. Una de las modas alimentarias que más ha cobrado fuerza en los últimos años es el veganismo. Cabe aclarar que el veganismo no es sólo una forma de alimentarse, es un estilo de vida que muchos adoptan con fundamentos éticos y ambientales que van más allá de la comida misma. Pero no es difícil encontrar a quienes lo realizan con el único objetivo de “comer bien”.
¿Y a qué se refiere una persona con “comer bien”? Tanto el “comer bien” o “comer mejor” no es un concepto simple de definir y en cada persona involucra su subjetividad que es interesante escuchar con detenimiento. Para unos puede ser comer suficiente, para otros comer poco y para otros sabroso.
Las modas alimentarias son adoptadas en muchas ocasiones porque se quiere comer “saludablemente” (casi siempre ligado a adelgazar), pero que puede implicar todo lo contrario al observar las conductas en particular. Más allá de las proteína, grasas o hidratos de carbono, hay que analizar con detenimiento sí estas modas alimentarias vulneran a la persona y la colocan en un lugar donde hay juicio constante hacia los alimentos. Restricciones, obsesiones, excesivo control sobre lo que se come, etc. disfrazado de bienestar, suele ser el inicio de comer con culpa, restringir e incluso tener la necesidad de compensar si es que no se siguen los lineamientos.
En la actualidad es común pensar que comer saludablemente solo es recibir los beneficios nutricionales que un alimento brinda, pero se deja de lado lo psicológico y emocional que evoca un alimento. Olvidar estos factores puede colocar a un individuo en un lugar donde pareciera no importar las preferencias al comer, como si se fuera una simple máquina que le conviene comer “X” porque es mejor que “Y”. Fomentar este tipo de conductas perjudica una sana relación con la comida, ya que tener juicios de valor (bueno, mejor, superior) sobre los alimentos genera miedo y culpa al comer.
Si te percatas que fácilmente te involucras en modas alimentarias y cada día tienes más reglas para comer, quizás es buen momento de parar y cuestionar el por qué. Si no sabes cómo parar, buscar ayuda profesional es un buen primer paso.