Cuando alguien piensa en ir con un nutriólogo a una consulta, seguramente se le vienen a la cabeza palabras como: dieta, bajar de peso, báscula, hambre, ejercicio, comer menos, etc. Incluso, hay quienes piensan que el único trabajo de un nutriólogo es hacer dietas para bajar de peso a las personas. ¿Por qué?
No es casualidad que en un país con el 70% de su población que entra dentro de las clasificaciones de exceso de peso, las dietas sean de interés público. Y tampoco que el 80% de las mujeres (adolescentes y adultas) en algún momento hayan hecho una dieta con el propósito de perder peso. La industria de las dietas, donde perfectamente nos podemos acomodar los nutriólogos, parece una gran oportunidad de negocio en una sociedad como la nuestra.
Los clientes potenciales son todos aquellos que excedan su limites de peso “saludable” o quienes crean que deben modificar su talla, es decir que se sientan incómodos con su cuerpo. Puede ser que el malestar surja desde sí mismo o desde el exterior: no hay ropa que les guste, los médicos les indican perder peso aunque solo vayan al consultorio por un refriado, su gente más allegada y que los quiere les dicen que se verían mejor con unos kilos menos, etc.
El tratamiento para quien está totalmente convencido y encuentra razones suficientes para perder peso, el tratamiento es sencillo. Se hacen estrategias dirigidas a encontrar un estilo de vida saludable compatible con su vida diaria. Estos regularmente pierden peso con facilidad, por que así lo decidieron y los transforman en hábitos positivos. Por otro lado, hay quienes acuden a buscar ayuda con un nutriólogo porque piensan que deberían perder peso, creen que quieren hacerlo pero no lo hacen. ¿Qué pasa con ellos? ¿Acaso no tienen fuerza de voluntad?
Existen nutriólogos quienes entienden la obesidad únicamente como un exceso del tejido adiposo y por ende la alternativa es crear un plan de alimentación con déficit calórico para perder peso, nada más. Quizás hagan una lista con “tips” por si sus pacientes quieren comer más. Pero, pensar que estas problemáticas se limitan a kilos, % de grasa, circunferencias, es verlo de manera limitada y por consecuencia tendrán un abordaje que solo se limita a lo superficial. Los nutriólogos, dentro del equipo de tratamiento de estas patologías, debemos tener claro nuestro límite de intervención, pero es importante que contemos con un fundamento teórico que profundice los casos clínicos.
Pensar que la recuperación de una persona que tiene un trastorno alimentario se logra con ganar peso y comer “normalmente”, es muy limitado. Los nutriólogos somo parte fundamental en el tratamiento de un desorden alimentario, pero no debemos perder de vista e, y mientras éstos no se resuelvan el peso “normal” o la ingesta calórica adecuada no representan un síntoma de curación.
Hay quienes se dedican a clasificar y diagnosticar un trastorno alimentario con un manual, y por ende prescribir tratamientos de pasos, determinado números de citas, bloques, etc. Por otro lado, hay quienes entienden la obesidad únicamente como un exceso del tejido adiposo y por ende la alternativa es perder peso, nada más. Pensar que estas problemáticas se limitan a signos (que se ven) y síntomas (que el paciente siente), es verlo de manera limitada y por consecuencia tendrán un abordaje que solo se limita a lo superficial.
Por un lado, se sabe que los trastornos alimentarios tienen como base una alteración mental, mientras que la obesidad es originada por múltiples factores.
Es evidente que los trastornos alimentarios deben de ser atendidos por profesionales de la salud mental (Psiquiatras, Psicoanalistas, Psicólogos), ya que la queja principal es el malestar emocional.
La obesidad, por su parte, puede que no en todos los casos, genere un sufrimiento para quien la tiene.
El tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria son procesos terapéuticos complejos que deben ser atendidos por especialistas en el tema.