Las pacientes que padecen Trastornos de la Conducta Alimentaria, suelen experimentar varios procesos de culpa. Estos son lo más comunes.
Por Maruza Castillo-Nájera
La culpa es un dolor psíquico o emocional que el individuo siente por haber fallado (o interpretar que ha fallado) en un propósito y/o sus acciones y pensamientos; y en ocasiones no es consciente de las consecuencias que esto le acarrea. Hay un tipo de culpa que se debe a los síntomas del Trastorno de la Conducta Alimentaria: Culpa por vomitar, por ceder a los atracones, por hacer ayunos, por laxarse, etcétera… Y otra clase de culpa se detona por fallar en el seguimiento de las indicaciones una vez iniciado un tratamiento: Romper el plan de alimentación, volver a los vómitos o a la restricción de alimentos, una vez que ya no lo hacían.
Las pacientes se encuentran en una situación que detona el impulso de comer excesivamente, para después recurrir al vómito como una solución.
La paciente se culpa por no poder llevar a cabo su deseo de ayunar o por bloquear ciertos alimentos en su dieta diaria. Cuando se piensa en ellos como «prohibidos» o «permitidos» se genera un estrés que provoca nuevos desórdenes y un sentimiento de fracaso.
Al inicio del trastorno, las pacientes piensan que son ellas quienes controlan las acciones que las llevan a establecer una rutina alimenticia. Pasado el tiempo se dan cuenta de que el control en realidad lo tiene la costumbre y suelen sentirse atrapadas. Esto les causa angustia y sentimientos de culpa ya que se sienten manipuladas por su trastorno.
En este caso sienten culpa por comer, aún al seguir las indicaciones que les ha dado el tratamiento. Esta culpa es una de las más frecuentes, ya que el trastorno está enfocado en el cuerpo y en la imagen del mismo.
Cuando el problema alimentario afecta a toda la familia, muchas veces las pacientes no dudan de comer de la manera en que lo hacen, pues viven su relación con los alimentos como una “solución” a sus problemas; pero se sienten culpables porque sus familiares sufren, se angustian y son quienes generalmente las acompañan a terapia.
Se ven a sí mismas como carentes de fuerza de voluntad e incapaces de superar la dificultad para lograr lo que se proponen, por lo tanto, la culpa aparece y se presenta de manera constante.
Les causa ansiedad y culpa no poder seguir los lineamientos que les ha marcado el tratamiento nutricional adecuado a su forma de alimentarse.
¿Has experimentado alguna de estas sensaciones? Es buen momento para programar una consulta con una especialista.
1 Comment
Es verdad mucho de lo que dicen. La fuerza de voluntad implica demasiado, las personas que padecen un trastorno piensan que no lograran llevar una rutina sana de alimentación.