Sabemos que los pacientes que padecen anorexia, bulimia o cualquier trastorno alimentario, viven sus síntomas como una “solución” y por lo tanto se complica el que accedan a tratarse.
Cuando acuden a TRIA en busca de ayuda, hay que tener en cuenta varios factores:
La edad, factor importante, ya que cada vez llegan a tratamiento jóvenes más jóvenes, es decir, hace apenas unos años comenzaron a padecer esta problemática chicos de 12,13, 14 años. Lo cual complica la situación, ya que se tiene que incluir forzosamente a los padres en el tratamiento. Pero en cuanto al tema del rechazo, vemos que casi siempre este rango de edad es llevado y hablado por sus padres y ellos presentan, muchas veces, un decidido rechazo a tratarse, por lo que se tienen que implementar estrategias de abordaje que consisten en:
. – No tomar a la paciente en terapia individual.
. -Proponer una intervención familiar, en la que puede o no incluirse a la paciente.
Se logra, en algunos casos, que la paciente advierta que no es ella la única portadora del síntoma, sino que se trata de un síntoma producido por conductas y posiciones que ocupan los miembros de la familia y de esta manera acceda a ser tratada.
Otras veces vemos que las pacientes se muestran con disposición de entrar a un tratamiento. Esto se debe a que ya se sienten “atrapadas” por el síntoma. Hablan de un “círculo vicioso” del que no pueden salir. Expresan que, al principio de la aparición del síntoma alimentario, ellas podían controlar perfectamente en qué momento vomitar o como y cuando ayunar, pero que de pronto, casi sin sentirlo, ya no pueden controlar. El síntoma las controla, no pueden poner un alto, se sienten compelidas a seguir y seguir en este círculo que las angustia y del que no pueden escapar. Relatan como el pensar en la comida se ha vuelto casi su único pensamiento.
Lo que sucede en estos casos es que las pacientes desean que la terapia les quite la angustia para que puedan volver a controlar su síntoma, pero rechazan pensar más allá de lo que las atrapa, parecen decir: “quítame la molestia, pero no te metas en lo que he logrado” Es decir: “no toques el síntoma que me ha costado tanto trabajo construir”. Y así se configura el rechazo al saber del inconsciente.
El rechazo se expresa hacia el alimento, hacia la familia, principalmente hacia la madre, a quien parecen decirle: “puedes controlar todo, menos mi cuerpo, en mi cuerpo mando yo” y así se construye un muro que es muy difícil de tirar, ya que protege no solo el síntoma alimentario, sino a la sujeto misma, que se defiende para no saber, porque quizá el saber la llevaría a tener que hacerse cargo de su síntoma mortífero y a tener que encontrar una forma de hacer con eso.
Es difícil lidiar con estos diferentes rechazos, que presentan un reto para los analistas que nos ocupamos de estos casos y que tenemos que analizar cuidadosamente que está protegiendo el síntoma alimentario, ya que muchas veces, éste sirve de tapón que cubre una estructura psicótica, que puede brotar y empeorar la condición de la paciente.