La ansiedad forma parte de las experiencias de la vida, es una respuesta, incluso previsible en situaciones que pueden ser ambivalentes y suele desaparecer, en la mayoría de los casos, sin mayores dificultades.
La ansiedad, ayuda a transitar momentos que se perciben como difíciles o complejos; y su presencia aporta fuerza y energía para realizar una actividad o tarea.
Sin embargo, en ocasiones hay personas con preocupaciones, miedos intensos, excesivos, frecuentes y persistentes en momentos cotidianos. Es aquí cuando la ansiedad se vuelve problemática, porque se presenta en episodios repetidos, inesperados e intensos, acompañados de miedo o terror, que pueden escalar a situaciones más complejas y generar dificultades de mayor consideración.
Una crisis de ansiedad suele provocar impedimentos en la vida diaria, ya sea por su duración o intensidad, ya que por momentos son difíciles de controlar y pueden llegar a causar conflictos con otras personas, porque la mayoría no alcanza a percibir el peligro que las personas en crisis sienten, ya sea porque el detonante de su ansiedad no es fácil de precisar o porque resulta exagerado a la vista de otros. Incluso, en ocasiones, las crisis pueden durar mucho tiempo o establecerse como un rasgo característico de una persona.
Estas características producen, en algunos casos, que quienes la padecen eviten ciertos lugares, espacios, objetos o situaciones específicas para prevenir sentirse ansiosos.