¿Has oído hablar de la densidad energética de los alimentos?, puede sonar raro, pero es un término utilizado para definir la cantidad de calorías que existen en un alimento por gramo de peso. Algunos estudios han determinado que en general las personas suelen comer la misma cantidad de comida al día, pero lo que suele cambiar es la cantidad de calorías. Se dice que un alimento tiene baja densidad energética cuando su cantidad de agua es mayor a la cantidad de grasa o hidratos de carbono que contiene, es por esto por lo que las verduras o un alimento que en su cocción absorbe mucha agua tendrán baja densidad energética, no así aquellos alimentos que en su composición tienen mayor cantidad de hidratos de carbono y/o grasa, por ejemplo, una dona de chocolate.
Es importante hablar de este tema sin que suene alarmista porque de unos diez años para acá la oferta culinaria y la industria alimentaria son cada vez más sugestivas, hay alimentos con los que podemos competir por cuál será la nueva versión del año y tal parece que la oferta se dirige a alimentos con mayor palatabilidad, viene a la mente el delicioso pan de muerto que hasta hace unos cinco años existía la versión original de pan con sus lindos huesitos, azúcar espolvoreada, ajonjolí o máximo relleno de nata, en cambio este noviembre pudimos ver hasta una hamburguesa montada en un pan de muerto.
La educación nutricional debería ser fundamental en el desarrollo de cualquier ser humano, para enseñarle a tomar decisiones inteligentes e informadas, es decir, saber cuándo es conveniente comer algún antojo (o en su mayoría alimentos de alta densidad energética) sin sentir remordimiento alguno y cuando podemos optar por versiones más ligeras (alimento de baja densidad energética). Aquí es donde debe ejercitarse la moderación.
Supongamos que llevas toda la semana comiendo saludablemente y ejercitándote con cierta regularidad, y se te presenta la oportunidad de comer algún antojo rico en azúcares en la oficina, en una reunión o en un café con una amistad, es casi un hecho que dicha elección no tendrá mayor efecto en tu estado físico ni de salud. No así, si todos los días consumes ese alimento, es decir, los efectos en tu salud se verán reflejados por la cantidad y la frecuencia de consumo. Dejar de comerlo puede producirte un deseo constante y terminar comiéndolo compulsivamente, pero integrarlo como parte de tu dieta diaria perjudicará tus hábitos.
Las cantidades y frecuencia son una elección personal, pero si quieres hacerlo de manera guiada te recomendamos hagas una cita tu nutrióloga de confianza quien te puede asesorar para mejorar tus hábitos de alimentación, estilo de vida y sepas qué hacer con esa gran oferta culinaria que cada vez está más presente. No olvides que todos los alimentos entran en una alimentación correcta, no hay por qué clasificar en buenos y malos; el hacer las mejores elecciones necesita de orientación profesional.