En los últimos años, las redes sociales se han inundado de programas “Detox” que ofrecen una “limpieza profunda” al organismo. El público objetivo será todo aquel que tenga la idea de haber intoxicado (“ensuciado”) su cuerpo con alimentos. Pero ¿es esto posible?
Me gustaría comenzar por explicar qué son las toxinas y cómo llegan a nuestro cuerpo. Las toxinas son sustancias venenosas producidas por células vivas de animales, plantas, bacterias u otros organismos. Están excluidas de este término todas las sustancias producidas de manera artificial como fertilizantes, medicamentos, etc. Un ejemplo claro de una toxina es el cólera, causado por la bacteria V. cholerae que secreta una toxina que produce diarrea intensa. Esta llega al organismo por alimentos contaminados y se puede prevenir con un manejo higiénico de los alimentos.
En años recientes, se ha manejado la idea acerca de toxinas que ingresan a nuestro cuerpo y permanecen ahí haciendo daño. La idea no está del todo equivocada, quizás es la terminología la que confunde, ya que existen disruptores endocrinos (no toxinas en sí) con los que constantemente tenemos contacto y que nos llevan a fallas en nuestro sistema. ¿Qué son? Los disruptores endocrinos son todos aquellos compuestos químicos que tiene en común la propiedad de alterar el equilibrio hormonal de los organismos.
En los seres humanos pueden bloquear, similar, disminuir o aumentar la acción de las hormonas (sexuales, tiroideas, etc.). En la actualidad, una gran parte de los productos que utilizamos habitualmente como cosméticos, aromatizantes, plaguicidas, insecticidas, plásticos con BPA, etc. contienen en diversas proporciones sustancias que potencialmente son disruptores endocrinos. Las formas de exposición y las vías de entrada de los contaminantes hormonales son muy variados, pero debido a su acumulación en la cadena alimentaria (aguas contaminadas), la vía digestiva es la principal ruta para nosotros.
Los estudios demuestran que muchos de estos disruptores suelen acumularse por largos periodos de tiempo y que tienen la facilidad de acumularse en la grasa corporal. Esto facilita la transmisión a la descendencia durante la gestación y la lactancia.
Conociendo esta información, y con mucho más por aprender al respecto, decir que vivimos intoxicados no es la manera correcta de nombrarlo, y mucho menos pensar que la solución está en un programa de jugos verdes. Es importante disminuir la exposición del organismo a estos en la medida de lo posible.
Informarnos sobre los productos de higiene personal, cosméticos, detergentes, ingredientes alimentarios, etc. que utilizamos día a día, es necesario para reducir riesgos a la salud. Mantener un porcentaje de grasa “normal” puede ser otra vía para disminuir la acumulación de estos disruptores.
Una dieta rica en antioxidantes y fibra (frutas y verduras) siempre será una buena opción para combatir los efectos adversos (pero no para eliminarlos). Elegir alimentos mínimamente procesados, almacenarlos en cristal y no en plástico, así como realizar ejercicio de manera habitual, son otras medidas para ayudar a eliminar los disruptores endocrinos del organismo y minimizar la exposición.
Sabemos que hay muchos factores que no dependen de nosotros, pero podemos hacer elecciones que mejoren nuestra calidad de vida y que a la larga tengan un impacto positivo sobre nuestra salud. Recuerda que un estilo de vida saludable e informado es la clave para cuidar el cuerpo.
Referencias: